Estudio de tres universidades plantea las consecuencias del uso de tecnologías para ese fin.
La aplicación de alguno de los planes pensados para atajar el fenómeno del cambio climático podría tener consecuencias desastrosas para millones de personas, si bien serían necesarios para salvar el planeta, advirtió un estudio científico.
Esa es una de las conclusiones a las que llegó una investigación conjunta desarrollada por expertos de las universidades británicas de Leeds, Bristol y Oxford sobre lo que se conoce ahora como geoingeniería o ingeniería climática.
La geoingeniería plantea modelos teóricos que parecen extremos en ocasiones, como el que propone ‘bombardear’ a la atmósfera partículas de sulfato que, a modo de paraguas, crearían sombra sobre la superficie terrestre y ayudarían a bajar la temperatura.
Otros proponen ‘fertilizar’ el océano con hierro para favorecer que las algas absorban dióxido de carbono.
En este contexto se enmarca el estudio de las tres universidades, que aspira a explorar con más detalle los efectos de esas teorías y ofrecer hechos científicos.
Matt Watson, de la U. de Bristol, dice que, en realidad, las cuestiones que rodean a la geoingeniería –cómo podría ser útil o cuáles son sus puntos a favor y en contra– “son muy, muy complicadas”. “No nos gusta la idea, pero cada vez estamos más convencidos de que tenemos que investigarlo. Estas cosas me parecen aterradoras, pero habrá que decidir si es mejor no hacer nada, seguir igual y llegar a un mundo con una subida de la temperatura de 4 grados centígrados”, dijo el experto.
Para su investigación, los científicos recurrieron a modelos informáticos que simulaban los efectos que podría llegar a tener el uso de diferentes tecnologías en el marco de la aplicación de una teoría de la geoingeniería.
Uno de los hallazgos más significativos es que ninguno de los escenarios imaginarios planteados logró que la temperatura media del planeta volviera a situarse en los niveles registrados entre 1986 y 2005.
El simulador informático para probar la llamada ‘gestión de la radiación solar’, que se conseguiría bloqueando los rayos del sol, sí demostró que esa técnica podría reducir la temperatura global, pero ejercería profundos cambios en las precipitaciones durante el monzón.
“Hemos descubierto que entre 1.200 millones y 4.100 millones de personas podrían verse negativamente afectadas por cambios en los regímenes de lluvias”, apuntó el Piers Forster, de la U. de Leeds.
Fuente: Instituto Científico de Altos Estudios Ambientales