Empresas innovadoras como Agrenvec, Ainia o Moa Foodtech, las tres de origen español, aportan nuevas alternativas alimentarias que evitarían el sacrificio animal y que podrían repercutir en la reducción del número de macrogranjas, responsables de grandes niveles de emisiones contaminantes.
Hace unas semanas, la Administración estadounidense aprobaba la solicitud de dos empresas, Upside y Good Meat, para comercializar su carne de pollo cultivada. Una variante que no implica el sacrificio del animal y que ya está presente desde 2020 en algunos restaurantes de Singapur.
¿Pero cómo se cultiva la carne? “Consiste en obtener a través de una biopsia un tejido muscular animal lo más parecido posible a la carne que consumimos. Se seleccionan las células madre que se encuentran entre el tejido muscular y se procesan en el laboratorio en condiciones controladas para que se multipliquen. Algo parecido a lo que ocurre en el proceso de producción de los yogures”, explica Isabel Bronchalo, CEO y fundadora de Agrenvec, una empresa biotecnológica que produce proteínas recombinantes con aplicaciones en cosmética y en productos agroalimentarios, entre otros.
El desarrollo de esta tecnología permitiría poder consumir proteínas de origen animal sin necesidad de explotarlos como recurso, con todo lo que ello conlleva. Es decir, a largo plazo ayudaría a reducir el número de granjas de ganadería intensiva, más conocidas como macrogranjas, que, aun cumpliendo con las normativas establecidas, mantienen a los animales normalmente encerrados en pequeños espacios con una calidad de vida poco deseable.
Al mismo tiempo repercutiría a la baja en los elevados niveles de antibióticos que consumimos a través de la carne de estos animales, así como en las importantes emisiones contaminantes que generan estas plantas, tanto a la atmósfera como a terrenos y acuíferos, que provienen de los purines acumulados. Así lo asegura Begoña Ruiz, directora de Tecnologías de Ainia, un centro tecnológico que ayuda a otras empresas a industrializar ideas innovadoras, especialmente en el sector agroalimentario.
“Por eso organizaciones como PETA (People for the Ethical Treatment of Animals) han sido algunas de las que han financiado la investigación y desarrollo de la carne a través de grupos académicos en EE. UU. De hecho, fue la NASA la que comenzó con estos proyectos a mediados de los 90 en su afán por reducir el traslado de alimentos al espacio”, asegura Bronchalo.
Fuente: hazrevista.org