Desde el año 2013 - diciembre, la Asamblea General de Naciones Unidas proclamó el 30 de julio como Día Mundial contra la Trata de Personas, con el objetivo de concienciar sobre la situación de las víctimas y para promocionar y proteger sus derechos.
La trata de personas es un delito que explota a mujeres, menores y hombres con numerosos propósitos, incluidos el trabajo forzoso y la explotación sexual.
El tráfico de personas es un grave delito y una grave violación de los derechos humanos. Cada año, miles de hombres, mujeres y niños caen en las manos de traficantes, en sus propios países y en el extranjero. Prácticamente todos los países del mundo están afectados por el tráfico, ya sea como país de origen, tránsito o destino de las víctimas. La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), como garante de la Convención contra el Crimen Organizado Transnacional y los Protocolos al respecto, asiste a los Estados en la aplicación del Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata.
Una prioridad en la agenda 2030 de los ODS
En UNICEF trabajamos en colaboración con gobiernos, aliados, sector privado y sociedad civil para fortalecer el entorno que protege a los niños y se apliquen políticas que les defiendan frente al abuso, la discriminación y la violencia, sobre todo en situaciones de máximo riesgo como las emergencias.
Y no estamos solos en este camino. Uno de los grandes logros de la nueva agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible es la ambiciosa apuesta que hace por la infancia con metas que incluyen la erradicación del abuso, explotación, tráfico y todo tipo de violencia contra los niños. No todas las 169 metas hablan particularmente de la infancia, pero se palpa en el corazón de los 17 objetivos.
Otro de los grandes hitos de los ODS ha sido la inclusión del sector privado durante todo el proceso de desarrollo de los objetivos. Por primera vez la alianza entre empresa, gobierno y sociedad civil se considerada fundamental para poder aplicar la política de cooperación y para mejorar la vida de los niños.
Es indiscutible, por tanto, que sin el concurso responsable y comprometido del sector privado no conseguiremos alcanzar ninguna de estas metas. Por ejemplo, millones de niños que son víctimas del trabajo forzoso o alguna forma de esclavitud, trabajan para el sector privado. Si conseguimos erradicar esta lacra y fortalecer el compromiso de colaboración de las empresas en proyectos de UNICEF, el alcance será mucho mayor. Pero es fundamental que su comportamiento sea acorde a los ODS.
En América Latina la trata de personas implica sobre todo la explotación de las mujeres
En 2018, casi ocho de cada diez víctimas detectadas de trata en Centroamérica y el Caribe eran niñas y mujeres, mientras que en Sudamérica, siete de cada diez víctimas eran mujeres, según datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. La trata de personas, más allá de cualquier tipo penal definido por cada Estado, se refiere a una forma de explotación de personas, independiente del propósito exploratorio, sea este sexual, laboral, mendicidad, extracción de órganos, casamiento forzado o maternidad subrogada, entre otros. Se trata de una realidad dramática en nuestra región que afecta sobre todo a las mujeres migrantes
Violencia de género y relaciones desiguales como trasfondo
Cuando hablamos de la trata de mujeres es importante comprender que la precarización de las relaciones lleva a contextos de vulnerabilidad. Las relaciones desiguales en las que viven las mujeres no les permiten gozar de sus plenos derechos, facilitan que sean tratadas como objetos y las colocan en condiciones de sumisión y opresión, como sujetos sin capacidades y saberes.
Y es que la pobreza afecta más a las mujeres que a los hombres y la pandemia ha profundizado este escenario, haciendo que 118 millones de latinoamericanas vivan actualmente en situación de pobreza, de acuerdo con la CEPAL. Además, las mujeres tienen una carga desproporcionada de cuidados dentro de sus familias. Esto reduce sus posibilidades de acceso a empleo formal y digno, así como a recursos económicos para su subsistencia y la de sus familias.
Además, la desigualdad se refleja en la dispar participación laboral entre hombres y mujeres en el mundo, según datos recientes de la Organización del Trabajo (OIT). Mientras que el 76,1% de los hombres está en el mercado, sólo el 45,6% de las mujeres tiene un trabajo. Y las mujeres y niñas tienen más probabilidades de tener trabajos precarios. Esto evidencia que la desigualdad económica también se basa en la desigualdad de género.
La relación de subordinación y dominación entre hombres y mujeres influencia en como las personas pueden desarrollar sus habilidades personales, profesionales y sociales, pero también nos ayuda a percibir como estos papeles contribuyen en la violencia de género y consecuentemente, en algunos casos, en la trata de mujeres. Por lo tanto, la violencia contra las mujeres dialoga con desigualdades de clase, raza y sexualidad, de forma interseccional, es decir, se trata de desigualdades que se combinan y refuerzan entre sí.
Por esta razón, comprender la trata de mujeres como una expresión de la violencia de género es fundamental para la construcción de políticas públicas en los Estados de origen, y de destino. Tales políticas deben ser capaces de promover derechos y disminuir las desigualdades de género entre mujeres y hombres.
Fuente: un.org / unicef.es/ latinoamerica21