La siniestralidad vial está a punto de convertirse en la nueva epidemia de los países en vías de desarrollo. Por eso, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha dado la voz de alarma. Si no se hace nada para frenar la tendencia, los muertos anuales en las carreteras en determinadas zonas del mundo ascenderán a dos millones en 2030. Los siniestros, además, implican un gasto público equivalente “al 2% del PIB de los países desarrollados y hasta el 5% del de los demás”, según Steve Lowson, de la ONG británica Programa de Calificación Internacional de las Carreteras (iRAP, en sus siglas en inglés).
La mezcla de infraestructuras inadecuadas, coches viejos, falta de educación vial y de leyes adecuadas son el origen de estas cifras. Los países en vías de desarrollo poseen la mitad de los vehículos existentes en el mundo, pero concentran el 80% de los 1,3 millones de muertes por accidentes viarios (más de un millón, incluidos los peatones atropellados).
Peatones, ciclistas y motociclistas suponen la mitad de los fallecidos. La situación podría empeorar con la prosperidad económica y el consecuente aumento de la venta de coches, sostiene Michael Chippendale, portavoz de la Asociación Global para la Seguridad Vial (GSRP, en sus siglas en inglés), una ONG británica: “Hay una clara correlación entre la cantidad de vehículos y el número de fallecidos”, explica. “A veces ni siquiera tener buenas leyes puede ser suficiente. En Rumanía hay multas muy elevadas, pero nadie persigue a quien no las paga, por lo que acaban siendo inútiles”.
En muchos países en desarrollo las ciudades se expanden desordenadamente. Así que la apresurada construcción de carreteras muy a menudo no incluye vías peatonales o arcenes para vehículos de dos ruedas. Resultado: la mitad de los fallecidos en accidentes son peatones, ciclistas y motociclistas. “La gente camina por las carreteras. No es raro ver a ciclistas que viajan en sentido contrario al de los coches, y motos diminutas. Las carreteras no están iluminadas: desplazarse de noche significa arriesgar la vida”.
En Venezuela, el país con mayor siniestralidad de América —y una de las gasolinas más baratas del mundo—, mueren anualmente por accidentes de tráfico 37 personas por cada 100.000 habitantes. Los datos mejoran en Chile y Argentina, donde esta tasa se reduce a 12. “Pero son los únicos dos países, junto con Colombia, que tienen una agencia para la seguridad vial autónoma y con su propio presupuesto”, afirma Jeanne Picard, presidenta de la Federación Iberoamericana de Asociaciones de Víctimas contra la Violencia Vial.
Las claves del éxito español
En 2012, en España perdieron la vida 1.903 personas en accidentes de tráfico, la cifra más baja desde 1993. Menos de la mitad que en 2006. “La reforma introducida hace ocho años [el carné por puntos] ha sido, sin duda, una clave de esta reducción, pero no es la única”, explica Ángel Aparicio, profesor titular de Transportes en la Universidad Politécnica de Madrid. El académico subraya la importancia del “endurecimiento en sentido penal del código de circulación, que se ha podido lograr solo gracias a un trabajo conjunto de Gobierno y partidos de oposición”.
Aparicio destaca la capacidad de Pere Navarro, director general de Tráfico entre 2004 y 2012, de adaptar a España sistemas de seguridad vial que países como Suecia implantaron en los ochenta, con la participación activa de la sociedad civil. “El hecho de que las asociaciones de víctimas hayan ganado su pulso contra quienes se oponían a las reformas ha sido fundamental”, apunta. Según la OMS, en Suecia mueren en accidente de tráfico tres personas por cada 100.000 habitantes.
Fuente: prevencionar.com